02 julio 2023

Reseña de "Personas decentes" de Leonardo Padura

Según afirma el propio autor al final de la novela, concretamente en "Nota del autor", Personas decentes es, quizás, la más policial de las tramas que ha escrito Leonardo Padura. En efecto, a lo largo del relato aparecen "varios muertos y muchos crímenes, físicos, históricos y espirituales" no solo en la época actual sino también en el pasado, a principios del siglo XX. Dos tramas se desarrollan paralelamente y en ambas hay muertos, ya sea asesinados ya inducidos al suicidio, y también en ambas hacen acto de presencia la violencia, la corrupción, la política, la represión, la prostitución, el robo, el tráfico de personas y de obras de arte, la miseria y la venganza. El detective Mario Conde es la pieza que une las dos historias: la que tiene lugar en los días anteriores a las visitas del presidente de los Estados Unidos Barack Obama y de los Rolling Stones a La Habana y la que acontece en 1910, es decir, los crímenes de Reynaldo Quevedo y su yerno, y los asesinatos de dos prostitutas y la muerte de Yarini, respectivamente. Con el pretexto de contar lo sucedido y descubrir a los asesinos, Padura hace un recorrido por la Historia de su país, sometido a la falta de libertad, al embargo y a la pobreza, en el que se hace muy difícil vivir y en el que sus habitantes no ven otra opción más ventajosa para su supervivencia que marcharse, abandonarlo a través de cualquier vía posible. Así, recuerda la represión a la que estuvieron sometidos algunos de sus artistas más destacados -escritores, pintores, escultores- que fueron ninguneados, humillados y encarcelados, cuando no asesinados o sometidos a tal presión que optaron por el exilio o el suicidio. Entre las reflexiones del protagonista se observa un gran pesimismo, pues por propia experiencia sabe que, a pesar de la aparente apertura que supone la presencia en la ciudad de personajes tan ilustres, las cosas no van a cambiar y que todo volverá a ser como antes: escasez, miseria y sueños incumplidos. El lector se sumerge en el relato y es capaz de sentirse tanto en La Niza de América -algo a lo que aspiraba en convertirse La Habana en los primeros años del siglo pasado- como en La Habana actual, en la que el turismo trata de maquillar la verdadera situación que viven sus habitantes. Los crímenes se resuelven, pero dejan un regusto amargo por las circunstancias en las que suceden y por los escabrosos detalles que los rodean. Lectura muy recomendable.

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