28 octubre 2012

La bruxa


La bruxa es un estupendo corto de animación sin palabras, ganador del premio Goya 2011 en su categoría.

26 octubre 2012

Javier Marías rechaza el Premio Nacional de Narrativa 2012


Comunicado de Javier Marías sobre el Premio Nacional de Narrativa 2012:

19 octubre 2012

Lorenzo Silva, Premio Planeta 2012


Los dos grandes protagonistas de la edición número 61 del Premio Planeta tienen nombre y apellidos: Lorenzo Silva y Mara Torres, ganador y finalista del prestigioso galardón, respectivamente.
'La marca del meridiano' es el título con el que Silva ha alzado el premio y que le ha reportado 601.000 euros.  Narra la historia de una pareja de la Guardia Civil, el brigada Bevilacqua y su inseparable compañera, la sargento Chamorro, que investigan un extraño crimen que les llevará tras la pista de un caso con derivaciones éticas y emocionales.
La pareja de la Benemérita ya tiene en sus espaldas siete novelas.  Silva (Madrid 1966) concibió su historia un verano de 1995 y ha sido lo más fructífero que ha hecho en el tiempo. A base de diálogos ajustados y sinceros, Silva aprovecha los casos para, con una cadencia de tres años, hacer de sus personajes "testigos de la sociedad española contemporánea".
Lorenzo Silva ha dado las gracias a su familia y a Barcelona, "un personaje más de esta novela y que se ha mostrado muy generosa conmigo, pues aquí recibí mi primer gran premio (el Nadal) y también me dio la mujer que quiero y una casa para vivir".
El novelista madrileño ya es un hombre acostumbrado a los grandes premios. 'La flaqueza del bolchequive' fue finalista del Nadal en 1997, galardón que obtendría solo tres años después con 'El alquimista impaciente', la segunda entrega ya de los investigadores de la Benemérita que hizo debutar en 1998 con 'El lejano país de los estanques', premio Ojo Crítico. Con la novela 'Carta blanca' obtuvo el galardón Primavera 2004. Ahora ha completado el trio de los tres grandes premios (Nadal, Primavera, Planeta), como Lucía Etxebarria y Juan José Millás.

Impulso a su carrera. La periodista Mara Torres ha sido la finalista del Premio Planeta con una dotación de 150.250 euros. 'La vida imaginaria', su debut en la ficción, cuenta la historia de una mujer que intenta superar una ruptura sentimental. "Es una historia de amor. Un abandono que obliga a reinventarse en la vida, un periodo en que confundes realidad y deseo", dijo Mara Torres tras recoger su premio.

Literatura, ¿para qué?


No me acuerdo de la Primera Guerra Mundial pero la leí hace tiempo.
No me acuerdo de mi primer viaje a Acapulco pero sí de haber leídoCrónica de una muerte anunciada en la vieja carretera interminable.
No me acuerdo de ninguna mujer de principios de siglo que no sea Margarita.
No me acuerdo de qué color era el sillón en el que escuché caer el hacha de Raskólnikov. Un sonido apagado que aún corta en mis oídos.
No me acuerdo de ningún cacique mexicano que no se parezca a Pedro Páramo.
No me acuerdo de ninguna cuerda que no haya ahorcado a un inocente.
No me acuerdo de cien años a menos que estén tan apretados.
No me acuerdo de ninguna fuga que no haya sido interminable.
No me acuerdo ya de mis amigos, mejor me acuerdo de Dunois, Billard y el señor Lacaze.
No me acuerdo de haber olido nunca un cadáver, sé que huele a podredumbre, a leche fermentada, al elíxir de las hienas.
No me acuerdo de haber entrado en un panteón sino era en busca de Balzac, Cioran, Duras.
No me acuerdo de más tristes tigres que de tres.
No me acuerdo de ningún lunes que no sea aquel en que se inició la eternidad.
No me acuerdo de haber querido ir a África hasta que se volvió una cuestión personal.
No me acuerdo qué gritaban en la calle mientras Bartleby se negaba nuevamente a hacerlo.
No me acuerdo de la metempsicosis aunque sé que puede llegarse a ella enlazando una jarcia.
No me acuerdo de la Caja de Pandora pero sí de la idiotez de Epimeteo.
No me acuerdo de ninguna tentación que no nazca del amor por el fracaso.
No me acuerdo de ningún silencio que no esconda un ruido de fondo.
No me acuerdo qué estaba comiendo mientras cortaban la cabeza a Damasceno.
No me acuerdo de 1984 aunque recuerdo 1984.
No me acuerdo de ninguna vida que no sea minúscula.
No me acuerdo de un viaje mejor que del que lleva de la cama al escritorio.
No me acuerdo de un calor tan sofocante como el capaz de derretir un par de alas en el aire.
No me acuerdo del lugar en que se encuentra el Mississippi, me acuerdo de que ruge como mil fierros chocando.
No me acuerdo de mejor comedia que la nuestra.
No me acuerdo de París más que de noche.
No me acuerdo de ningún viejo que no sea un pobre Rey Lear.
No me acuerdo de haber oído insultos que los que repite siempre Parra.
No me acuerdo de ninguna infancia apacible.
No me acuerdo de haber visto una serpiente que no se alimentara de elefantes.
No me acuerdo del frío de la nieve, sí del riesgo de no atinar a encender unos cerillos.
No me acuerdo de haber estado en presencia de un oso y aún me aterra el filo de sus garras.
No me acuerdo de haber despertado con la nota de una mujer en la almohada pero Carlota me dejó una nota que decía: Volveré al medio día. Y después de su inicial: O quizá más tarde.
No me acuerdo de haber visto los colores hasta haber leído Para siempre.
No me acuerdo de haberme asomado al agujero hasta que encontré a mi Alicia en su caída.
Emiliano Monge 

16 octubre 2012

Salida de Convivencia

El pasado jueves hicimos la salida de convivencia del IES Islas Canarias. Los tres grupos de 3º ESO y sus respectivas tutoras visitamos la Casa Museo Tomás Morales y luego nos trasladamos a Los Tilos, donde dos monitores nos acompañaron por la Ruta de la Laurisilva y nos explicaron varios aspectos de su flora y avifauna. Lo pasamos muy bien. Estuvimos toda la mañana y disfrutamos de un día diferente.
A continuación reproducimos el famoso poema de Tomás Morales "Tarde en la selva" que tiene como tema el destrozo realizado por el hombre en el mítico Bosque de Doramas cantado por Bartolomé Cairasco Figueroa.

Recordemos que lo que queda de este bosque se encuentra ubicado en el entorno de Los Tilos.


Tarde en la Selva
Tomás Morales

arde en la selva. Agreste soledad del paisaje,
decoración del rayo de sol entre el ramaje
y lento silabeo del agua cantarina,
madre de la armoniosa tristeza campesina.
¡Tarde en la Selva! Tarde de otoño en la espesura del boscaje, en el triunfo de la arboleda oscura,
bajo la advocación de las copas sonoras
y el plácido consorcio de las dormidas horas...

¡Oh paz! ¡Oh último ensueño crepuscular del día!
El ambiente era todo fragancia; atardecía,
y la lumbre solar en fastuosas tramas
quemaba en las florestas su penacho de llamas.
Todo el bosque era un hálito de aromas peculiares;
las hojas despertaban sus ritmos seculares,
y bajo ellas, soñando y a su divino amparo,
la música frescura del riachuelo claro
que el salto de una roca transformaba en torrente.
(Cabellera brumosa, donde, divinamente,
ilustró el arco iris con siete resplandores
la fugaz maravilla de sus siete colores).

Y el alma se hizo copia de esta virtud silente;
por su influjo, el ensueño tornóse transparente
e iba hundiéndose en una renunciación discreta.
La soledad y el ocio, amigos del poeta,
vestían mis quimeras con ropajes corpóreos
y eran trasuntos vivos los efluvios arbóreos...

¡Oportuna la hora! De entre los matorrales
surgen, tímidamente, los genios forestales
y mi presencia espían, avizores e inquietos,
tras los olmos rugosos y los blancos abetos.
Remisos, un momento, se consultan dudosos,
y en un punto, en el claro, penetran tumultuosos.
Y hacen, desorbitados como frutos gigantes,
columpio de las ramas los elfos trashumantes;
giran los blandos silfos de carnes sonrosadas
con sus alas de insectos tibiamente irisadas;
trenzan ralas piruetas los gnomos casquivanos,
chafando la hojarasca con sus cuerpos enanos,
y los lares acuáticos croan sus voces ruines
viscosos y adobados de lacustres verdines...

Rondan, danzan, simulan fieras acometidas
y entre sí se apedrean con las bayas caídas;
armando una algazara jovial y volandera;
que, caprichosa, rapta la brisa pasajera
y el eco desbarata tras la arboleda honda
entre murmullos de agua y susurros de fronda...
Y el alma, arrebatada de ascensional destreza,
ingrávida, abandona la temporal corteza
y se suma a la ronda, milagrosa y liviana
y en el coral divino pone su nota humana…
¡Oh alma mía, he escuchado tu jubiloso acento
sensible en la suprema calidad del momento!
Ahora gozan mis ojos de la victoria cierta
de verte, enteramente, absoluta y liberta.
¡Cuanto más disgregada, más en mi compañía;
fuera de mi, y, no obstante, tan sumamente mía!
¡Alma que recobraste la original limpieza:
sé una parte en el Todo de la Naturaleza!

De pronto, en el silencio, un golpe temeroso
atraviesa el recinto de la selva en reposo;
son cobarde, en el viento, persistente y salvaje,
que llena de profundos terrores el boscaje.
¡Es el hacha! Es el golpe de su oficiar violento
que, bruscamente, llega, desolador y cruento,
de la entraña del bosque, donde un tilo sombroso
yergue su soberana magnitud de coloso...

¡Oh dolor! El monarca de la selva suntuosa,
el patriarca de verde cabellera gloriosa
que preside el sagrado misterio de la umbría,
mira llegar su muerte con la muerte del día.
Y hay un grave silencio meditabundo, inmenso,
y es tan grande la duda y el temor tan intenso
que callan, espantados, hojas, lares y fuentes
para escuchar medrosos... y oyen, intermitentes,
en el dolor tremendo, los redobles del hacha
prendidos en el pasmo de la encalmada racha
donde triunfan lo breve de un estallido seco
y mueren duramente, sin amor y sin eco…

Y los viejos del bosque, los viejos de alma fuerte,
temen, presentidores de una uniforme suerte;
y hay en sus copas trémulas como un sollozo humano,
como un plañir de preces por el perdido hermano
que a cada golpe arguye con un mortal gemido
y tiembla, y se estremece, como un titán herido...

Súbitamente, un grito hiende la selva, ronco;
creyérase el lamento postrimero del tronco
que al ceder maldijera... Y el coloso vacila,
y la enorme silueta, pesadamente, oscila.
Heridas por la muerte sus savias vigorosas,
ved cómo el triste extiende sus ramas temblorosas
como brazos que quieren asir, inútilmente,
la ramazón cercana, que cruje sordamente.
Aun en el aire, un punto, gira alocado, incierto,
y raudo cae de bruces sobre el camino: ¡muerto!


EPITAFIO

Grave señor del bosque, que sobre el verde prado,
inmóvil y maltrecho, yaces abandonado:
no abatieron tu frente gloriosos capitanes,
sino el golpe pechero de los ruines jayanes.
Ya, sobre tus cabellos, no volarán los ruidos
propicios al geórgico misterio de los nidos.
Tus frondas, que escucharon los silvestres cantares,
caldearán, ahora, los ahumados llares
de la pobre cocina o el salón solariego
y estallarán dolidas a los besos del fuego.
Mientras tanto, en el seno de la selva sombría,
tu cuerpo mutilado flagelará la fría
caricia del invierno... Pero el tronco marchito
volverá a fecundarse con el calor bendito,
y, activamente henchido de vitales renuevos,
cubrirá sus arrugas con los retoños nuevos,
cuando llegue en el carro del aura mensajera,
precedida de un rayo de sol, la Primavera...

05 octubre 2012


Razones para la lectura


Para ser inteligente, para creerse inteligente, para sentirse inteligente. Para no estar solo, para estar solo, porque más que solo vale estar mal acompañado aunque mucho se diga que no hay libro malo. Porque hace frío ahí fuera, porque llueve sobre el corazón y gusta ver la tinta sobre los campos de nieve. Para ser entre la gente. Para fumar sin sentirse culpable, para dejar de fumar y las manos no se escapen en busca del aire de nadie.
 Para tener un libro de bolsillo en el bolsillo y ocuparse de un mientras, un ya veremos y de un entretanto. Por vista, gusto, tacto, olfato y oído y para saber qué alumbra lo que tanto nos gusta. Por ego y por apego. Para esconderse, para mostrarse, para vestirte, para desnudarte. Porque sí, por si, porque no, para no. Para ser feliz, por no ser feliz, por infeliz. Para andar el camino, para encontrar el camino, para olvidar el camino, para construir un camino, para  hacer un alto en el camino. Para no perder el tren.  
Por sed, por hambre, por tierra, mar y aire. Para mirarse en el espejo, por reflejo incondicionado, para conocer quién nos habla desde el otro lado del espejo. Por ti, por mí y por ella. Porque queremos ver y que nos vean y sin embargo qué morbo da la “cita a ciegas” (el autor pone la alcoba, el editor la casa, el narrador es el que la luz apaga)
Para ver el humo que avisa donde está el fuego. Porque estar cansado tiene plumas, la avaricia comienza en el dar  y porque sólo entonces soy como te quiero. Para tener la libertad que no tiene el solitario. Para pedirte perdón por el daño que me hiciste,  echar sal en mis heridas e intentar saber cómo me llamo. Porque puedes estar en misa y repicando, nadar y guardar la ropa, ser Caín y el guardián de tu hermano. Porque si no se las lleva el viento, arden las palabras. Por pié quebrado y tan callado. Para conocer la voz de mi amo y para ver si de una vez alcanzo el silencio. Para ser el enfermo y el psiquiatra. Porque yo no soy como te amo.
Porque el poema es una copa de vino, y se fue, y el mañana no ha llegado. Por punto de partida y de hoja en hoja y leo porque me toca. Porque hay vida más allá del punto y aparte y es sano andar a pie de página. Porque si pierdo la memoria qué pereza. Para ni ser ciego en Granada ni nos obliguen a elegir entre la pena y la nada. Para jugar con fuego y no salir quemado. Porque la letra con letra entra, y sale y vuelve a entrar como beso que no quiere que te calles.
Porque entre todos lo libros que he leído nunca he leído aquel entre cuyas letras desfallecieron de amor Paolo y Francesca. Para tirar la mano, esconder la piedra y mojar el pan en sangre ajena. Para que me llames y me ames. Para acabar con la propiedad privada de mis palabras. Porque si echas cuentas te sale a cuento y hasta te sobran dos quijotes y medio sancho. Y por los libros de los libros, mal o bien, pero amén.

Constantino Bertolo, Público.es

03 octubre 2012

Los poemas de Domingo Rivero, en la red



La Casa Museo Poeta Domingo Rivero, inaugurada el pasado mes de marzo, está inmersa en un minucioso trabajo de investigación y divulgación de las letras de este destacado, aunque poco conocido, literato canario. Elisa Quintana es la responsable de esta empresa  literaria que utilizará Internet para dar a conocer su poesía.
En sus pocos meses de vida, el Museo Poeta Domingo Rivero se ha convertido en un punto de encuentro para los literatos y artistas canarios. Sus salas han acogido concurridas presentaciones de libros, exposiciones, recitales y conferencias. Pero el proyecto, timoneado por  José Rivero, tiene objetivos mucho más ambiciosos.
La encargada de llevarlos a buen puerto es la doctora en Filología, Elisa Quintana, subdirectora del centro museístico ubicado en el barrio de Triana, concretamente, en la calle Torres. 
Uno de sus primeros retos será la digitalización de la obra completa de Domingo Rivero (1852, 1929), que estará a disposición de cualquier persona interesada en  leerla a través de Internet, explica Quintana. La estudiosa de la obra del poeta calcula que, en total, unos 150 poemas del autor canario serán accesibles a partir de febrero, incluyendo tres inéditos.
«Lo que se pretende es que la comunidad educativa acceda a las obras completas de Domingo Rivero y también acercarla a la sociedad en general. Porque, ahora mismo, en la enseñanza su obra es desconocida. Si algún profesor trabaja algo de este autor, solo sería el poema Yo, a mi cuerpo», comenta Quintana, que asegura que el resto de su obra también contiene un valor literario que no se ha estudiado ni  divulgado lo suficiente.
La lectura de sus poemas ofrece claves sobre la época que le tocó vivir, porque sus versos suelen estar dedicados a personalidades destacadas de la sociedad canaria de principios del siglo XX y a los elementos cotidianos que lo rodeaban, desde el barbero al paisaje, pasando por los muebles de su cuarto. «Para los adolescentes puede ser una poesía muy accesible, porque refleja la realidad más próxima», resalta. Este aspecto también lo resalta Francisco Brines en el prólogo de la selección de poemas editada por Acantilado bajo el título Yo, a mi cuerpo. «Estamos ante un poeta de tanta honestidad como modestia y todo sabe en él a veraz», subraya el laureado autor valenciano.
«Aparentemente parece una poesía sencilla pero tiene un mensaje más profundo. Hay que adentrarse en el poema y buscarle su sentido», relata Quintana acerca del poeta premodernista.
En su opinión, una de las bases sobre la que se sustenta su obra es que es el existencialismo.
 PLANES. La web domingorivero.com funcionará en noviembre. La página incluirá datos sobre su vida y su obra, así como una agenda con los actos del museo.

El centro también prevé hacer un estudio lingüístico de unos sonetos anónimos, publicados en prensa, que podrían ser de Rivero.
Por otro lado, se ha comenzado la clasificación la biblioteca del museo, unos 3.000 volúmenes de los cuales 150 abordan aspectos de la Guerra Civil española.
Además, planean mostrar la faceta de caricaturista de Rivero en una exposición.
(Información recogida en el periódico Canarias7).