28 enero 2018

"El español, lengua global", una estrategia de estado para impulsar nuestro idioma

El pasado 24 de enero, el presidente del Gobierno presentó en el Museo Reina Sofía el proyecto "El español, lengua global" destinado a impulsar el valor y el empleo del español, con el objetivo de convertirlo en una herramienta estratégica de creación de oportunidades para la comunidad hispanohablante.


Nos parece muy bien cualquier iniciativa que tenga como objeto promocionar nuestra lengua y potenciar su uso, pero creemos que antes de hacerlo en el extranjero habría que hacerlo en las Comunidades bilingües españolas. No es de recibo que pretendamos que se hable español en cualquier parte del mundo e ignoremos lo que está pasando en esos lugares, en los que nuestra lengua está siendo arrinconada continuamente: Cataluña, Baleares, Comunidad Valenciana, Galicia o País Vasco. Habría que empezar por poner orden en nuestra casa y luego salir al exterior.

24 enero 2018

Empieza la ESO. ¡Sálvese quien pueda!, de María Menéndez Ponte

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Mucho éxito ha tenido este libro entre mis alumnos, no solo de 1º ESO (nivel para el que lo seleccioné como lectura obligatoria), sino en otros: 2º ESO e incluso 4º ESO. De una manera muy amena y divertida se nos cuenta en forma de diario de sus dos protagonistas -Noé y Marty- cómo es su incorporación al instituto para cursar 1º ESO. Los profesores, los padres, los compañeros, los problemas con el móvil, con los estudios, con los trabajos, con los hermanos, etc., están perfectamente reflejados con un tono humorístico que logra enganchar al público al que va dirigido. El final queda abierto para, posiblemente, una segunda parte. Las ilustraciones contribuyen a aportar amenidad al relato, que se completa con emoticonos que refuerzan las afirmaciones y los sentimientos de los protagonistas. Muy bien transcritas las conversaciones de whatsapp. Lectura muy recomendable.

El regreso de Demofonte, de Luis O´Malley

El pasado miércoles 17 de enero, asistí a una función en el Teatro Víctor Jara en la que se representaba la obra de Luis O´Malley, El regreso de Demofonte. La puesta en escena corrió a cargo de Ángulo Producciones y estuvo interpretada por José Manuel Trujillo, Ruth Sánchez, Rubén Darío, Efraín Martín y Jennifer Artiles, que daban vida a un director de cine, a su esposa (que también es actriz), a un actor, a un agente secreto y a una ayudante de dirección, respectivamente. El argumento de esta pieza gira en torno a la llegada del hombre a la Luna y a la historia de un director cinematográfico que recibe una extraña propuesta, la cual afectará a su vida personal. La función resultó muy entretenida, los actores desempeñaron muy bien sus papeles, el escenario era austero, con pocos elementos (una silla de director, dos sillas, una mesa, un mantel, una radio, un televisor, una escalera, una cámara y de fondo, el cielo con luna llena), el vestuario era sencillo pero muy apropiado (digno de destacar era el traje de astronauta que lució el actor Rubén Darío), el ritmo, ágil y la música, acertada (Fly me to the moon, interpretada por Frank Sinatra y Blue moon). La obra es muy divertida, aunque deja espacio para el drama, y su final resulta sorprendente. El agente secreto consigue despertar las carcajadas de los espectadores en más de una ocasión. Lo único que entorpeció el desarrollo de la representación fue el público, formado por adolescentes de distintos centros de la Isla, que aplaudían o silbaban cuando no venía a cuento, ofreciendo una penosa imagen de falta de educación y de consideración hacia el trabajo de los actores. Posteriormente tuvo lugar un coloquio con los actores y el productor, quienes respondieron a muchas preguntas (algunas de las cuales resultaron totalmente inapropiadas) que les formularon los alumnos. Fueron dignos de encomio su paciencia y su profesionalidad en el trato con los alumnos.

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04 enero 2018

Niebla en Tánger, Cristina López Barrio

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Entretenida novela para vacaciones. Novela con pretensiones de ser algo más que una candidata al Premio Planeta 2017 del que quedó finalista. Aunque la historia resulta enrevesada en algunas ocasiones, logra captar la atención del lector que viaja con Flora, la protagonista, a Tánger en busca de su amante de una noche que ha desaparecido sin dejar más rastro que una novela titulada Niebla en Tánger, plagada de anotaciones a lápiz y marcada con post- it. Cansada de su rutinaria vida de traductora de manuales de instrucciones de electrodomésticos, de su aburrido marido y de su infertilidad, decide iniciar un viaje de búsqueda de respuestas que cambiará su destino. En el relato se mezclan dos mundos: la realidad y la literatura, hasta tal punto que el lector no llega a saber en cuál de los dos se encuentra la autora de Niebla en Tánger, Bella Nur, o Paul Dingle, personaje de la misma. Este es el punto más interesante de esta novela: la metaliteratura que se produce en ella y las reflexiones en torno a los límites del arte y la vida: aparecen cuestiones planteadas por Óscar Wilde (en La decadencia de la mentira) como la de que la vida imita al arte y no el arte a la vida. También abundan las referencias literarias: Paul Bowles (residente en Tánger y autor de El cielo protector), Don Quijote, la magdalena de Proust y la obra en la que aparece, Werther (personaje creado por Goethe), el escritor Robert Louis Stevenson, etc. La trama se complica y Flora intenta desentrañar el misterio de la desaparición de Paul Dingle con la ayuda de Armand, un huésped del hotel en el que se aloja y con el que traba amistad. Al final todo se aclara y Flora regresa a Madrid muy cambiada y dispuesta a retomar su vida cambiando lo que no le gusta como le aconseja su psicoanalista argentina Deidé con la que se relaciona por Skype. Mención destacada merece la recreación de ambientes de la ciudad de Tánger que sirve de escenario a las dos novelas.

De la mano de Ankara reviví la alegría del Tánger de la época de mi madre. La primera vez que me llevó al Zoco Grande, un domingo de mercado después de mi regreso, me enamoré de la ciudad de nuevo. Percibí en la piel, en el estómago, que había nacido allí, que le pertenecía. Me había sentido extranjera en Moscú, en las lluviosas tardes de samovar, entre las niñas de manos frías y cabellos transparentes como el mío, pero en aquella tierra de luz cegadora me sentía en casa. Ankara hablaba con las mujeres ataviadas con sombreros de paja como el suyo y polainas de colores. El olor de las especias se mezclaba con el de los perfumes, el hedor de los mendigos, de los encantamientos que se hacían en la plaza, y supe que allí se recogía el olor del mundo, toda su belleza, toda su fealdad, toda la fantasía necesaria para soportarlo (pág.45).