La primera vez que oí hablar de este libro fue hace unos meses en el programa Literatura y compañía de Gestiona Radio [Saber más sobre este programa]. En él, Manuel Vilas fue entrevistado para presentarlo y mantuvo un interesante diálogo con Antonio Martínez Asensio -conductor del mismo- sobre su nueva novela. Sus respuestas despertaron gran curiosidad en mí y apunté el título para leerlo en vacaciones. Eso he hecho y su lectura me ha resultado muy inquietante y emotiva a la vez, ya que en esta obra se trata un tema con el que todos podemos sentirnos identificados: la muerte de los padres del autor y el sentimiento de culpa que le atenaza por no haberles dedicado el tiempo y la atención que merecían, y la frustración que siente al no poder hacerles preguntas sobre su pasado y quedarse definitivamente sin la posibilidad de obtener esas respuestas. También reflexiona sobre lo desagradecidos que somos los hijos ante las muestras de amor de nuestros padres -que todo lo perdonan- y sobre cómo la historia vuelve a repetirse una y otra vez, puesto que nuestros hijos harán lo mismo con nosotros y los hijos de nuestros hijos actuarán de igual forma con ellos. Así se lo dice su madre al autor en alguna ocasión y la realidad se cumple, como vemos en uno de los pasajes en el que él trae unos regalos a sus hijos cuando regresa de un viaje y ellos se olvidan de cogerlos cuando se marchan de su casa. Otros asuntos interesantes y susceptibles de reflexión aparecen en las páginas del libro: el desapego, el divorcio, la soledad, la orfandad, la alienación que produce el trabajo en el individuo, la falta de comunicación entre padres e hijos, el alcoholismo, la infidelidad, los abusos sexuales a menores, la ineficacia de los actuales planes de estudio que tan poco aportan a la vida diaria de los alumnos, la familia, la muerte... Un libro, en definitiva, de imprescindible lectura que llega a emocionarnos en muchos momentos por haber sentido la misma ternura, la misma rabia y la misma indefensión ante la enfermedad y la muerte de alguno de nuestros progenitores, como es mi caso, o de ambos, como es el de Vilas. Un valor añadido es el estilo y el lenguaje -tan poético en ocasiones (no en vano el autor es poeta)-, empleados a lo largo del relato; la estructura de este; el marco temporal tan bien retratado, tanto cuando se refiere a la década de los 60-70, como cuando lo hace a la época actual; la ironía presente en la descripción de la recepción real, etc. Plausible también es el final circular, de vuelta al origen.
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