19 noviembre 2017

Patria, de Fernando Aramburu

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No es de extrañar que esta novela se haya convertido en un éxito editorial y que su autor haya recibido el Premio Nacional de Narrativa 2017 por haberla escrito. Se trata de un relato estremecedor, a la vez que imparcial, sobre el terrorismo de ETA que asoló al País Vasco durante muchos años del pasado siglo y algunos de principios de este. Dos familias sufren de distinta manera esa situación: una por ser víctima de esta violencia y la otra por tener entre sus miembros a un terrorista de dicha organización. Un narrador múltiple -miembros de cada una de estas familias- cuenta desde su punto de vista cómo se suceden unos hechos que los superan: violencia callejera, denuncia, delación, impuesto revolucionario, marginación, asesinato, huida, arresto, torturas, cárcel y ... No voy a revelar nada más para no restar interés a su lectura. De ella deberíamos aprender la lección de hacia dónde puede llevar un nacionalismo exacerbado que pasa por encima de sentimientos tan bellos como la amistad, la tolerancia, el amor o el perdón; y que el miedo a ser señalado puede hacer mucho daño, no sólo físico sino emocional. El propio autor aparece en la novela poniendo en boca de un escritor el propósito que le guía a la hora de escribir su libro:

- Y este proyecto de componer, por medio de la ficción literaria, un testimonio de las atrocidades cometidas por la banda terrorista surge en mi caso de una doble motivación. Por un lado, la empatía que les profeso a las víctimas del terrorismo. Por otro, el rechazo sin paliativos que me suscitan la violencia y cualesquiera agresiones dirigidas contra el Estado de Derecho. (pág. 551)

- Asimismo escribí en contra del crimen perpetrado con excusa política, en nombre de una patria donde un puñado de gente armada, con el vergonzoso apoyo de un sector de la sociedad, decide quién pertenece a dicha patria y quién debe abandonarla o desaparecer. Escribí sin odio contra el lenguaje del odio y contra la desmemoria y el olvido tramado por quienes tratan de inventarse una historia al servicio de su proyecto y sis convicciones totalitarias. (pág. 552)

- Pero también escribí , desde el estímulo por ofrecer algo positivo a mis semejantes, a favor de la literatura y el arte, por tanto a favor de lo bueno y noble que alberga el ser humano. Y a favor de la dignidad de las víctimas de ETA en su individual humanidad, no como meros números de una estadística donde se pierden el nombre de cada una de ellas, sus rostros concretos y sus señas intransferibles de identidad. (Ibidem)

En mi opinión consigue con holgura este propósito, ya que el tema está tratado desde los dos lados: la familia de la víctima y la familia de uno de los verdugos de la banda que aporta mucha información para consumar el atentado, con un tono lo más aséptico posible. Y es que:

- Procuré evitar los dos peligros que considero más graves en este tipo de literatura: los tonos patéticos, sentimentales, por un lado; por otro, la tentación de detener el relato para tomar de forma explícita postura política. Para eso están, a mi juicio, las entrevistas, los artículos de periódico y los foros como este. (pág. 553) 

Los personajes son muy creíbles: la viuda, los hijos, la propia víctima; la madre, el padre, los hermanos y el terrorista reflejan perfectamente lo que durante años hemos podido observar en los medios de comunicación. Y el ambiente opresivo del pueblo con las miradas, el disimulo, el señalamiento, la anuencia del cura, la intransigencia en el uso de la lengua, etc., también. A lo largo del relato aparecen personajes y situaciones reales: el asesinato de Gregorio Ordóñez o el secuestro de Miguel Ángel Blanco, que marcó un antes y un después en la sociedad vasca. Lectura imprescindible.




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