13 julio 2017

Dos días de setiembre, de José Manuel Caballero Bonald

Cuando una persona nace marcada por la desgracia esta le perseguirá toda su vida, como le ocurre a Joaquín, uno de los personajes de este relato cuyo protagonista absoluto es el vino. La novela refleja con maestría los dos mundos paralelos que confluyen en la Andalucía de 1960: la clase alta, dominante, formada por terratenientes propietarios de fincas y cortijos que se dedican a la industria del vino y la de sus trabajadores, sumidos en la miseria y la humillación continua, en muchos casos por haber pertenecido al bando de los vencidos.

Los primeros se caracterizan por su altivez y su falta de empatía con los segundos. Su comportamiento está moviéndose continuamente entre la avaricia, la altanería, los trapicheos, el abuso, la molicie, la holganza, la traición y la tiranía, además de la frialdad y el desprecio hacia los que les sirven o trabajan para ellos. Estos últimos viven como pueden, ganándose la vida en mil y un trabajos mal pagados a costa de lo que sea, especialmente de su dignidad. A caballo entre unos y otros se sitúan los conseguidores como Cuba y Julián Cobeña; los usureros como Ayuso; o los guardias civiles, que carecen de la más mínima humanidad como podemos comprobar en la parte final de la historia cuando no dudan en imponer su autoridad a golpes en uno de los momentos más sensibles del relato. 

Algunos personajes se dejan llevar por la inercia o la desidia, tal es el caso de Miguel o de Joaquín, que se ven impotentes para cambiar su destino; otros, en cambio, lo intentan como el hijo de Onofre, que rechaza tomar el relevo de su padre en el cargo de capataz de la finca de don Gabriel ante el disgusto de este. Capítulo aparte merece el papel de las mujeres que no tienen iniciativa alguna, sino que están supeditadas a lo que decidan los hombres respecto a ellas: Encarna, Lupe o Lola son ejemplos de esta afirmación. Especialmente repulsivos son don Gabriel y don Felipe, los propietarios de las fincas y de las vidas de sus habitantes y trabajadores, que no dudan en llevar a la práctica el derecho de pernada con las criadas, en el caso del primero; o en traicionar a su propio sobrino Miguel, dilapidando la herencia de su madre en su propio beneficio, en el caso del segundo.

Magistral el uso del lenguaje que realiza el autor utilizando bellas metáforas y símiles en la descripción del paisaje, del ambiente y del proceso de fabricación del vino; y del contraste entre situaciones, como ocurre con la tragedia de Joaquín y la frívola conversación de Gloria y Tana sobre moda, amistades y empleos.

Conviene recordar que todos los hechos narrados suceden en dos días del mes de septiembre como indica su título. Lectura muy recomendable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.