He vuelto a leer esta magnífica obra teatral de Benito Pérez Galdós que tanto revuelo causó cuando se llevó a las tablas en 1901. Dejando de lado la cuestión política y centrándonos solo en su argumento, Galdós proclama en ella el triunfo de la verdad frente a la manipulación y la mentira. La vida de Electra nunca le ha pertenecido, marcada por las acciones de su madre, Eleuteria, y tras la muerte de esta y de su estancia en un internado es recogida por sus tíos Evarista y Urbano que intentan cambiarla a instancias de Pantoja, un pecador arrepentido que mantuvo relaciones con Eleuteria y que podría ser su padre, cosa que ella ignora. Este oscuro personaje intenta frustrar la felicidad de Electra impidiendo que se case con su primo Máximo -científico viudo, padre de dos niños- y para ello inventa una mentira: que Electra y Máximo son hermanos, hijos de Eleuteria. Electra casi pierde la razón cuando se entera e ingresa en un convento, que era lo que quería Pantoja desde un principio. Pero al final, se hace la luz, la madre de Electra se le aparece, le cuenta la verdad y anima a su hija a que se case con Máximo y a que perdone a Pantoja.
Como vemos, la protagonista es una mujer que no tiene derecho a decidir por sí sola y que está a merced de los acontecimientos. Este es un tema recurrente de Galdós que denuncia el papel que le ha tocado representar a las mujeres en la sociedad decimonónica, quienes pueden llegar a ser víctimas del oscurantismo y el fanatismo de la religión. Lectura imprescindible para aprender de los errores del pasado y valorar las conquistas del presente.
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