Demonios familiares, de Ana María Matute

Esta novela inacabada de Ana María Matute deja al lector con ganas de leer más, de conocer la verdadera y completa historia de la familia que la protagoniza. La muerte impidió a su autora terminarla y sus lectores fieles sabemos de sobra que tanto la trama como los temas que trata -incomunicación, secretos, soledad, amor, fidelidad, guerra, solidaridad, amistad, etc.- le habrían servido para construir una novela muy extensa. El relato se queda interrumpido en unos momentos verdaderamente interesantes, como son los recuerdos de infancia de Berni y su relación con Yago; el amor que se despierta en el corazón de Eva sin que ella sepa cómo; su sentimiento de culpa con respecto a Jovita; la conversación pendiente entre la protagonista y su padre sobre Yago; el peculiar vínculo entre este y el Coronel; la resolución de la situación de Berni en la casa, oculto en el desván en circunstancias extremas; la actuación de Magdalena, conocedora de los secretos familiares; la omnipresencia de Madre aún después de muerta; y, sobre todo, la evolución de la personalidad de Eva. Pero la novela que ha dejado escrita Ana María Matute es hermosísima independientemente de que esté o no acabada: la historia del despertar de una adolescente al comienzo de la guerra civil, su rebeldía hacia el padre por apreciar en él falta de cariño desde que era una niña, su relación con Yago -cuya verdadera identidad se dará a conocer durante el relato-, su amistad con Jovita, su enamoramiento de Berni, su miedo a Madre, su trato con la cocinera y ama de llaves Magdalena, y su toma de decisiones más allá del permiso paterno son contados en primera y en tercera persona según sea preciso, para conseguir llevar al lector  a la casona de La Era y que viva con los personajes retazos de una época difícil del pasado nacional, como fue la guerra civil, y de la vida de Eva, su protagonista, que busca refugio a su soledad en dos lugares que serán decisivos para ella: el bosque y el desván. Lectura muy recomendable.