21 marzo 2016

La Forja, de Arturo Barea

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He vuelto a leer esta obra -primera parte de la trilogía La forja de un rebelde- después de muchos años y me ha vuelto a impactar tanto como entonces, pero la he entendido mucho mejor y he encontrado significados y matices nuevos. La experiencia, tanto vital como lectora, ha contribuido a ello. La historia que cuenta el niño protagonista que descubre el mundo, llena de ternura, interrogantes, incomprensiones y perplejidad ante lo que le rodea, emociona al lector que comparte sus inquietudes: su relación con su madre, con sus tíos que le acogen, con sus hermanos, sus profesores, compañeros y vecinos le hacen sentir a menudo desplazado y van conformando una rebeldía que tendrá sus consecuencias. El personaje evoluciona a lo largo del relato y pasa de ser un niño a un adolescente -casi adulto- que no logra encontrar su sitio. La persona que mejor lo conoce y más lo quiere es su madre, cuyas circunstancias marcarán el carácter de Arturo para quien su mayor ilusión es lograr que ella deje de trabajar tanto y mejore su calidad de vida. 
Impagables son las descripciones que hace del Madrid de principios del siglo XX, sólo comparables a las que hizo Benito Pérez Galdós del Madrid del siglo XIX, tanto de sus calles como de sus habitantes, especialmente los de las clases más humildes. A esto debemos añadir la denuncia social que realiza el autor de la explotación de los trabajadores por parte de sus patronos: comerciantes, banqueros, señores, etc.; la hipocresía de algunos estamentos como la iglesia, que sale seriamente dañada por culpa de la actuación de algunos de sus miembros; la ignorancia y sumisión del pueblo que permite toda suerte de discriminaciones; la avaricia, que pudre a las personas; y un largo etc. El joven Arturo ve una solución para los trabajadores en los sindicatos, que ofrecen a aquellos una posibilidad de mejorar las cosas y se afilia a la UGT.

Muy bello y tierno el final del libro, cuando el protagonista comunica a su madre que ha dejado el banco:

Nos quedamos en silencio. Y sus dedos juguetean en mis cabellos, enredándolos y desenredándolos. Al cabo de un ratito me dice:

-¡Ves como todavía eres un niño!

Lectura absolutamente recomendable para disfrutar y conocer mejor una etapa de la historia de España.


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