25 agosto 2015

En la orilla, de Rafael Chirbes




Extraordinaria. Este es el calificativo que merece En la orilla, de Rafael Chirbes, novela que obtuvo el Premio Nacional de la Crítica 2014 y el Premio Nacional de Narrativa  ese mismo año. Confieso con cierto rubor que no había leído nada de este autor y que, a raíz de su reciente fallecimiento, busqué una de sus obras en la biblioteca a la que suelo acudir. De este modo llegó a mis manos esta novela realista (más bien hiperrealista, diría yo) que me ha fascinado de principio a fin. Ha atrapado mi atención no solo por los temas que trata, sino por la manera que tiene de contar la historia con la que se ocupa de ellos. El principal de todos es la crisis, el fin de la época del ladrillo o de la burbuja inmobiliaria; pero la novela no se reduce a esto, es mucho más: la desesperanza que provoca el ser humano cargado de miserias -egoísmo, interés, explotación, engaño, afán por presumir de las riquezas, falsa humildad, cobardía, envidia, celos, etc.-, las ilusiones, la inercia o el dejarse llevar en la vida, la necesidad de trepar a costa de lo que sea, los favores, la maledicencia, la inmigración, el paro, la familia, la amistad, la enfermedad, el desengaño, la vejez... Y como telón de fondo el marjal, el pantano, testigo de las sucesivas etapas de la historia de ese entorno donde se desenvuelven los personajes. El autor demuestra maestría en el dominio del lenguaje y en el uso de las técnicas narrativas, ya que no se conforma con el uso de la tercera persona de un narrador omnisciente, sino que recurre a los monólogos (utilizando en ellos la primera y la segunda persona) y a los diálogos; a las anticipaciones y retrospecciones; y realiza unas descripciones minuciosas que revelan una asombrosa capacidad de observación de la realidad que le rodea, a las que añade un peculiar toque de ironía:

Se ha hecho así siempre y se ha hecho hoy; nosotros mismos hemos adquirido ese privilegiado estatuto, el espejismo de que todos somos señores: en remotas naves industriales los obreros matan y despellejan y descuartizan y tazan y envasan los animales que consumimos una vez convertidos en objetos aceptablemente asépticos: filetes de color rosa , que más parecen salmón que ternera gracias a esas sustancias que les echan para que la carne no se oscurezca y resulte atractiva a la vista (sí, atractivo un cadáver despiezado, un cadáver descoyuntado como los que han sufrido el efecto de una deflagración): morcillos, chuletas y chuletones, entrecots, paletillas, muslitos y pechugas de pollo, metidos en alguna cajita blanca de poliuretano envuelta en papelfilm transparente, todo lo impoluto que puede ser tratándose del pequeño ataúd de algo que murió de muerte violenta. En la sección carnicería del híper no acaban de desaparecer del todo los rastros de sangre, los detectamos, pero los obviamos.

La novela se divide en tres partes: El hallazgo, Localización de exteriores Éxodo. Comienza con la aparición de unos cadáveres en el pantano, continúa con la historia de Esteban y termina con... No voy a desvelar cómo termina. Su protagonista es Esteban, un carpintero de setenta años que tiene que cerrar su negocio por una serie de razones que él mismo explica, que cuenta cómo ha llegado hasta ahí: solo, soltero, cuidando a su padre, un enfermo terminal de noventa años, viviendo en el pueblo una vida aburrida de la que no ha querido o podido escapar. Varios personajes aparecen en el relato, como Francisco, Liliana, el tío Ramón, Pedrós, Leonor, Justino, Álvaro, Julio, Ahmed, etc. A destacar el homenaje que hace a las Coplas de Jorge Manrique en la parte final, Éxodo, desarrollando el tópico del UBI SUNT. Lectura imprescindible.

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