13 noviembre 2012

¿Libro en papel o en formato digital?



Parto de la base de que yo soy partidaria del libro tradicional: no encuentro mayor placer cuando elijo una lectura que abrir sus páginas y aspirar su olor, especialmente si se trata de un libro nuevo. Se produce una especie de magia cuando se acaba una página y -si el libro ha atrapado mi atención- le doy la vuelta apresurada para pasar a la siguiente y ver cómo continúa la historia. Jamás debería desaparecer el libro en aras de la tecnología. No es lo mismo leer un relato en una fría pantalla de ordenador que en un libro. Reconozco las ventajas del libro electrónico (no ocupa espacio, es más accesible, quizá más atractivo para las nuevas generaciones, etc.), pero ocurre lo mismo que con los juegos: los niños actuales centran su atención en una pantalla -la Play, por ejemplo-, en lugar de disfrutar sus ratos de ocio con juguetes. ¿Es que los ordenadores en sus más variadas formas van a monopolizar nuestro modo de vida? Firmaría porque esto no ocurriera. Cada actividad -lectura, juego- requiere su propio instrumento. Tenemos una ardua tarea que realizar: ofrecer la lectura a los alumnos con libros, no con ordenadores. Sí estaría dispuesta a aceptar que los libros de texto fueran digitales para evitar a los estudiantes cargar con esas pesadas mochilas, pero los libros de lectura -aventuras, misterio, etc.- deberían continuar siendo los de siempre, los de papel; como un homenaje permanente a aquellos que volcaron sus sentimientos, vivencias, en ese preciado material. Aunque mantengo esta opinión, me doy cuenta del avance cada vez más notorio de la tendencia contraria: en la guagua, en los bancos de los parques e incluso en las salas de profesores abundan los lectores de libros digitales. Ojalá convivan en perfecta armonía y equilibrio.

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