16 septiembre 2010

"Pero la gramática, ¿para qué sirve?"

Esta pregunta la formula un compañero de clase de una de las protagonistas de La elegancia del erizo, novela de Muriel Barbery que estoy disfrutando -más que leyendo- estos días, a su profesora de lengua. Insatisfecha con la respuesta de la profesora, Paloma reflexiona: "Yo en cambio creo que la gramática es una vía de acceso a la belleza. Cuando hablas, lees o escribes, sabes muy bien si has hecho una frase bonita, o si estás leyendo una. Eres capaz de reconocer una expresión elegante o un buen estilo. Pero cuando se estudia gramática , se accede a otra dimensión de la belleza de la lengua. Hacer gramática es observar las entrañas de la lengua, ver cómo está hecha por dentro, verla desnuda, por así decirlo. Y eso es lo maravilloso, porque te dices: "Pero ¡qué bonita es por dentro, qué bien formada!", "¡Qué sólida, qué ingeniosa, qué rica, qué sutil!". Para mí, sólo saber que hay varias naturalezas de palabras y que hay que conocerlas para poder utilizarlas y para estar al tanto de sus posibles compatibilidades, hace que me sienta como en éxtasis. Me parece, por ejemplo, que no hay nada más bello que la idea básica de la lengua, a saber: que hay nombres y verbos. Sabiendo esto, es como si ya te hubieran enseñado la esencia de todo. Es maravilloso, ¿no? Hay nombres, verbos..."
¡A ver si cunde el ejemplo entre el alumnado!

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