Partiendo de un anécdota -el hallazgo de una fotografía- la protagonista de esta historia intenta recuperar los recuerdos de su familia anteriores a la separación de sus padres allá por los años 80. Tiene numerosos testimonios gráficos de sus dos familias, las que formaron sus respectivos padres tras divorciarse, pero ninguno de su familia primigenia y empieza a preguntarse por qué y a intentar encontrar alguno que le ayude a recordar. Para ello inicia una investigación entrevistando a sus progenitores, a sus actuales cónyuges y a sus tíos, pero cada uno ofrece una versión contradictoria a la vez que incompleta de lo que ocurrió, algo que dio como resultado una infancia en la que la protagonista no lograba encajar en ninguna parte, echando de menos la figura paterna y teniendo como única referencia a su madre, abandonada por su marido cuando estaba embarazada y divorciada poco tiempo después cuando la niña tenía apenas año y medio. Primero desde la incertidumbre, luego desde el rencor y, finalmente, desde el amor, logra comprender las acciones de sus padres, llegando al convencimiento de que cada uno lo hizo como mejor supo, aunque dejaron en ella carencias afectivas que ni siquiera el psicólogo logra llenar. Cada episodio relevante del relato de su vida va precedido de la narración de un episodio de la aventura espacial del pasado siglo -la llegada del hombre a la luna, el envío y muerte de la perra Laika, el regreso del último cosmonauta de la URSS...- que actúa como proyección de las relaciones familiares en una suerte de juego de espejos que ayuda al lector a situarse. El estilo empleado en el relato es ágil con algunas dosis de ironia y humor que alivian la tensión de esa niña que busca incesantemente a su padre y que inventa hechos y situaciones que justifican ante los demás su ausencia. Los personajes están muy bien pergeñados: la protagonista, los padres, las parejas de los padres, los hermanastros, los tíos son personas de carne y hueso con sus dudas, certidumbres y distintos puntos de vista que el lector podría encontrar en su propia familia.
Una profunda y acertada reflexión sobre la familia en una novela en la que si medimos en porcentajes, según su autora el 30 por ciento es autobiografía y el 70, ficción. Lectura muy recomendable.
Reproducimos aquí un pasaje muy divertido que recrea los distintos nombres que debe emplear la niña protagonista para referirse a sus padres y a los cónyuges de estos:
Las variaciones de nombres según el contexto eran las siguientes:
A mi padre: si estaba con mi madre, "Jaume", si estaba con Miquel, "Jaume". Si estaba con mis abuelos, "aquell": Si estaba con él, "papá".
A Miquel: si estaba con mi madre, "papá", si estaba con Miquel, "papá". Si estaba con mis abuelos, "papá". Si estaba con mi padre y Clara, "Miquel".
A Clara: si estaba con mi madre, "aquella". Si estaba con mis abuelos, "aquella". Con mi padre la llamaba por su nombre, "Clara".
A Clara y a mi padre: "aquells" o, si estaba con mi familia paterna, "papá y Clara".
A mis abuelos paternos: por sus nombres de pila si estaba con mi familia oficial. Si estaba con mi familia paterna, "abuelos".
A los padres de Miquel: "abuelos" si estaba con la familia oficial, si no, "los padres de Miquel".
Con mis amigos: a Miquel lo llamaba "mi padre", a Jaume lo llamaba "mi padre". De manera que siempre me decían: ¿cuál de los dos padres? Y yo decía "el de verdad" para referirme a mi padre o "el marido de mi madre" para referirme a Miquel. Cuando mi padre se marchó a vivir a Madrid, introduje la variable geográfica: "Mi padre, el de Madrid" y "Mi padre, el de Barcelona".
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