Es una comedia en 4 actos que se estrenó en el Teatro Español el 9 de diciembre de 1913. Su protagonista es Celia, Marquesa de Monte-Montero, una huérfana que al cumplir los 23 años y alcanzar con ello la mayoría de edad puede disponer de su inmensa fortuna, administrada hasta entonces por el consejo de familia formado por sus tíos don Alejandro y don Cristóbal, y su tía abuela doña Margarita. Dos posibilidades se plantea en este momento: quedarse soltera o casarse con un pobre, posibilidad esta última preferida por ella puesto que ha fijado sus ojos en Germán, empleado en las oficinas de la casa al que confiesa sus sentimientos de pesar ante la miseria en la que viven la mayor parte de los seres humanos. Al enterarse de que éste ha mantenido relaciones con dos personas que trabajaban a su servicio, la planchadora Melchora y Ester, su hermana de leche que a la vez la asiste como doncella y costurera, Celia sufre un enorme desengaño y echa a esta de su casa después de que don José Pastor, su ayo, amigo y consejero, despidiera a Germán al descubrirlo. La vida social propia del estatus de Marquesa la aburre soberanamente, al igual que las maniobras de sus tíos para buscarle un marido apropiado. Durante un encuentro con los padres de dos de sus pretendientes, Celia expone sus ideas sobre la diferencia de clases ante el asombro de estos y cuando se van expresa su hastío y desesperación al comprobar la vaciedad de la sociedad que representan. Dolida todavía tres meses después por su reacción desmedida al conocer la relación existente entre Germán y Ester, y deseosa de repartir sus riquezas entre los más necesitados, los habitantes de los por ella llamado infiernos, se embarca en una bajada a estos para reparar su falta de grandeza con Ester a la que negó su perdón y para mejorar la vida de los que más sufren. Contará con la inestimable ayuda de Pastor que la acompañará en ese viaje en el que conocerá a don Pedro Infinito -viejo astrólogo vendedor de ilusiones-, Leoncio -militante socialista-, mujeres del pueblo, obreras, don Gustavo Cross -gerente del establecimiento de trapos-, etc.; y se reencontrará con Ester y Germán, que viven juntos y trabajan en la gran Trapería de Cross, "el grandioso depósito donde se recoge todo el desecho de la vida y de la sociedad para devolverlo a la industria y constituir nueva riqueza, vida nueva" (fin del acto III). Celia termina comprando el almacén y la fábrica, dando participación en los beneficios a todos sus obreros y estableciendo pensiones para los que, por su avanzada edad se retiren del trabajo, a cambio de unas condiciones perfectamente asumibles: trabajo, virtud y honradez.
Galdós plantea en esta obra una serie de temas que le vienen preocupando desde hace años, pero que se van radicalizando y le van acercando a las ideas socialistas de Pablo Iglesias: la solución a la miseria que sufren los más pobres es el equilibrio social -de ahí que Celia se proponga repartir su riqueza entre los habitantes del infierno-; el matrimonio como unión de clases sociales distintas -que resulta imposible en esta comedia- por medio del amor de sus componentes; el papel reservado a la mujer ("a las señoras se las debe dejar encastilladas en su fe", dice don Alejandro), que Celia se esfuerza por cambiar; la justicia y no la caridad para resolver los problemas de los desheredados; la concordia entre las clases altas y las humildes; los derechos laborales de los trabajadores... Una muestra perfecta del Galdós más combativo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.