Sabemos que un texto teatral no está concebido para ser leído, sino representado; aun así, la lectura de esta obra logra remover la conciencia del lector como si asistiera a su puesta en escena, ya que las acotaciones, los diálogos, los personajes, la trama, transmiten lo que su autor nos quiere contar: que los hijos repetirán los errores de sus padres aunque no sean conscientes de ello y que la vida se encarga de truncar las ilusiones y los sueños de los seres humanos. Esto lo vemos en tres momentos diferentes de la peripecia vital de unos vecinos de escalera durante la posguerra española: la miseria, el amor, el sindicalismo, el individualismo, la familia, el trabajo, el agradecimiento, la conveniencia, el rencor, la desgracia, el fracaso, el desengaño...todo ello afecta a la vida de Fernando, Carmina, Elvira, Urbano, Trini, Rosita, Pepe -herederos de la mediocridad de sus padres- y, lo que es peor, a sus hijos, que no podrán escapar de una situación que sueñan con cambiar.
A destacar el derribo accidental de la lechera durante uno de los diálogos trascendentales de la obra -un efecto teatral magistral- y los personajes nuevos que aparecen en el tercer acto, símbolos de la incipiente especulación y desarrollismo propios del franquismo. Lectura muy recomendable.
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