07 febrero 2016

Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós


¿Qué puedo añadir yo de una novela de la calidad de Fortunata y Jacinta que no hayan dicho otros? Hay muchos estudios sobre ella que han puesto de manifiesto su valía, no en vano es considerada la obra cumbre de Benito Pérez Galdós. Como lectora sólo he de decir que me ha emocionado aún más que la primera vez que la leí años atrás: su argumento, sus personajes, su ambiente, sus descripciones, todo, en definitiva, contribuye a que el lector se deje llevar por sus páginas y siga las visicitudes de las dos protagonistas que le dan nombre y que sufra con ellas; que llegue a odiar a Juanito Santa Cruz por su falta de conciencia, su actitud despreciativa y su irresponsabilidad; que se conmueva con Maxi y con el amor que profesa a su mujer; que se asombre del amor incondicional de ésta por el Delfín; que valore la tenacidad de Guillermina en llevar a buen puerto sus obras de caridad; que reconstruya el Madrid decimonónico y se sumerja en él y en sus acontecimientos políticos; y que se apiade de las miserias que sufre su pueblo. Realmente inconmensurable.
Para concluir, las palabras de Maximiliano Rubín al final del relato:

-¡Si creerán estos tontos que me engañan! Esto es Leganés. Lo acepto, lo acepto y me callo, en prueba de la sumisión absoluta de mi voluntad a lo que el mundo quiera hacer con mi persona. No encerrarán entre murallas mi pensamiento. Resido en las estrellas. Pongan al llamado Maximiliano Rubín en un palacio o en un muladar... lo mismo da.

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