Este libro viene precedido de una fama que le hace justicia, ya que demuestra una importante labor de documentación de la autora. La historia se resiente, en cambio, porque ya es demasiada casualidad que Clarence conozca a Iniko y a su hermano Laha en su único y breve viaje a Guinea con la trascendencia que tendrá ese encuentro en su familia. Ese es el punto más débil del relato que, por otra parte, logra captar la atención del lector de principio a fin y hacer que se sumerja en la circunstancia espacio-temporal de la colonia española de mediados del siglo XX. También el exceso de romanticismo oscurece el argumento: Kilian y Jacobo salen de Pasolobino a trabajar en Sampaka, una finca de Fernando Póo en la que su padre lleva muchos años. Allí -Jacobo primero y Kilian después- permanecen varios años y cada uno se adapta al medio a su manera. Los acontecimientos los desbordarán, tanto los personales como los políticos y tendrán que regresar a España como tantos colonos cuando el país alcanza la independencia. Kilian lo hará muy a su pesar, puesto que se ha enamorado perdidamente de una nativa, Bisila. Años más tarde, la hija de Jacobo, Clarence, se empeña en descubrir el pasado de los hermanos en la isla y destapará oscuros secretos hasta ahora muy bien guardados. El estilo está muy cuidado -se nota que la autora es filóloga- y los personajes, bien definidos en general: Antón, Jacobo, Kilian, Bisila, Manuel, Julia, José, Simón, Gregorio, Clarence, Daniela, Iniko, Laha. El paisaje cobra protagonismo en un libro que trata muchos y variados temas: amor, explotación, trabajo, racismo, colonización, represión, familia, honor, deber... Lectura recomendable.
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