¡Qué diferente es una novela escrita por un escritor a una novela escrita por un periodista! Esta es una gran verdad con honrosas excepciones. La novela que nos ocupa no es una de esas excepciones. En literatura, como todos sabemos, no es tan importante el qué se dice, sino el cómo se dice; y en este relato, la autora falla estrepitosamente en la manera de contar su historia, de tal modo que parece un reportaje o una crónica periodística en lugar de una novela. El hilo argumental resulta muy endeble: Muriel, una fotógrafa recibe un premio por su trabajo y su hijo va a elaborar un vídeo con testimonios de ella y de sus compañeros de oficio con el objeto de proyectarlo en la ceremonia de entrega del premio. Para ello, se entrevista con su madre, que no le cuenta toda la verdad sobre sus circunstancias personales durante la época en que trabajó en el periódico El Hispano, en la que estuvo enamorada de un compañero de trabajo, Tanis, y con amigos y compañeros de ésta, que cuentan su propia versión sobre los hechos que ocurrieron entonces. Ni los personajes (Muriel, su hijo Malik, Bashir, Tanis, Carmela, Pedro, Anita), ni el lenguaje -no aparece una sola figura literaria-, ni la técnica empleada -si es que emplea alguna- logran construir una buena novela. Además de los personajes creados por la autora, aparecen personajes, lugares y acontecimientos reales con los que intenta contextualizar su pretendido homenaje a una generación que vivió los últimos estertores de la dictadura franquista: Yves Montand, Jorge Semprún, Costa Gavras, el Café Gijón, Fidel Castro,Yasser Arafat, la OLP, Atahualpa Yupanki, etc. En resumen, una novela para leer en vacaciones, que no entiendo cómo ha recibido un premio literario -El Premio Fernando Lara 2014- si no es por razones puramente comerciales.
Como curiosidad, destaco la mención que hace la protagonista de su paso por Maspalomas, una de las mejores playas de nuestra isla, Gran Canaria, famosa por sus dunas:
Cuando era niña mis padres me llevaron un verano a Maspalomas a ver las dunas y, desde entonces, soñaba con viajar al desierto más grande del mundo. Por fin, iba a conocerlo.
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