Ayer concluí la lectura de esta inquietante obra, cuyo centenario se conmemora este año. Como en otras obras suyas, Kafka logra agobiar al lector, que desconoce qué está ocurriendo realmente y qué le van a deparar los hechos que en ella se narran. A medida que transcurre el relato las sensaciones que provoca pasan de la incertidumbre, la repulsión, el miedo, la lástima, hasta el rechazo que produce la reacción de la familia de Gregorio Samsa cuando finaliza la historia. Su argumento puede reducirse a la transformación en insecto de Gregorio Samsa, un viajante de comercio que mantiene económicamente a sus padres y a su hermana, y lo que sucede cuando la situación se prolonga en el tiempo. Gregorio asiste impotente a su propio cambio y a lo que esta transformación provoca en su familia, que en principio le compadece, luego le teme, después le repugna y por último, le rechaza. Como lectora, además de admirar el buen hacer de su autor -que ha conseguido atrapar mi interés venciendo el asco en algunos pasajes-, podría ver en esta obra una metáfora de cómo cansan las situaciones difíciles cuando se prolongan en el tiempo y de cómo la tragedia ajena poco importa al ser humano, que lo que quiere es vivir su vida sin interferencias. Lectura absolutamente imprescindible y propicia para la reflexión.
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