Este libro, finalista del Premio Planeta del año 2010, cuenta lo que le ocurre a María José -una chica, empleada de una gestoría, que sufre un accidente de tráfico y queda en estado de coma irreversible-, a sus padres -que asisten impotentes a su agonía, cada uno con su historia-, a su exmarido Joaquín -que valora su amor incondicional cuando ya es demasiado tarde- y a su íntima amiga Marga -que se desvive por entretenerla- entre los meses de abril y septiembre, es decir, desde que ocurre el accidente hasta que muere. Para las personas que han tenido un familiar ingresado en un hospital durante un tiempo prolongado, resulta muy emotivo el tono utilizado por la autora, que logra reflejar el estado de ánimo de cada personaje ante el fin que se avecina en un futuro no muy lejano: impotencia, rabia, pena, tristeza, remordimiento... que contrasta con el tono superficial que usan las enfermeras y el personal que lo atiende. Se nota una esmerada labor de documentación que, además de resultar evidente, la autora se encarga de hacer llegar al lector cuando se introduce ella misma en el relato:
Un día pasó por el hospital una escritora que se estaba documentando para su próxima novela porque quería ambientarla en uno como ése. El director de enfermería la acompañó por todas las plantas y le fue especificando qué tipo de paciente estaba en cada sala, en ésta los ACV (accidentes cerebro vasculares), en ésta los paliativos, etcétera. Frente a su puerta, la 126, estuvieron parados un rato y ella escuchó cómo le contaba que en casos especiales las habitaciones eran individuales pero que él prefería que los pacientes estuvieran de dos en dos, porque una mampara preservaba su intimidad cuando lo deseaban y, al mismo tiempo, estaban más acompañados, más confortados, porque, la verdad, aquí hay muchos pacientes que no reciben visitas. La escritora le preguntó cuánto tiempo solían durar los ingresos, y él le dijo que, en los que la recuperación era posible, la estancia media era de cincuenta y ocho días.
-¿Y en los casos en que no?
-Hasta que fallecen, el tiempo que sea. (págs. 278-279)
Me han gustado mucho tanto la historia como el tratamiento que recibe; y más aún, el mensaje que nos intenta transmitir: las desgracias ocurren por algún motivo que se nos escapa, pero tienen un sentido.Así se lo intenta hacer comprender el sacerdote -hijo de la compañera de habitación de María José- a Paco, que no logra entender el porqué de lo sucedido a su hija:
-...No le pido que lo crea ni, por supuesto, que se alegre. Le pido tan sólo que lo piense. Que piense que la muerte de María José tiene un significado aunque usted no lo pueda ver ahora. Confíe en eso, al menos. (pág.262)
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