14 septiembre 2012

Malas tierras, de Jordi Sierra i Fabra

A las diez en punto se hizo la oscuridad en el Palau Sant Jordi, y los más de diecisiete mil espectadores liberaron la energía contenida en sus pulmones gritando con una sola voz, mientras treinta y cuatro mil manos se disparaban hacia las alturas.
Una linterna guió el paso de una solitaria figura por el escenario. Pese a la oscuridad, los más próximos reconocieron la forma de caminar, la manera de llevar la guitarra, la imagen perfilada por los destellos del haz luminoso, y sus gritos contagiaron al resto. Se reprodujo el clima de euforia, la solidaridad de un canto.
Entre Bruce y Barcelona había algo, estaba escrito. Era sabido y reconocido.
No hubo preámbulos. Se oyó el rasgueo de una guitarra y, casi inmediatamente, la voz, su voz, directa, sin artificios, ronca y áspera, interpretando un inesperado, Reason to believe.
-Oh, Dios! -exclamó Neli, casi a punto de llorar.
La canción sobrevoló las cabezas de los asistentes, desgranada con la dulzura de una oración. Durante unos segundos estuvieron apagadas todas las luces, y algunos de los presentes iluminaron la oscuridad con mecheros y cerillas. Luego, el haz del foco frontal acarició el rostro de la estrella y fue aumentando poco a poco, hasta englobar en su interior la parte superior del cuerpo del cantante. Nuevos gritos saludaron esta etérea forma de iniciar el concierto.
La canción fue breve, un saludo, una tarjeta de visita. En cuanto se apagó la última nota, Bruce agitó los vientos del rock, elevó el tono de voz y gritó el característico:
-1One, two, thre...! 
Se produjo la explosión. Mientras él cantaba y atraía la atención del público, el resto de la banda había ocupado sus puestos. Con el arranque final, el grupo en pleno conmocionó el ambiente, lanzando la primera tonelada de decibelios sobre una masa enfervorizada que empezó a saltar, bailar y brincar. Incluso en las gradas estaba todo el mundo de pie, con los brazos en alto, cantando, arrebatado por la comunión que acababa de establecerse con el escenario.
Eran las notas de Born in the U.S.A.
-¡Bona nit, Barcelona!
Llegó el primer delirio, y un Springsteen sonriente y lleno de vitalidad inició la entrega de todo su ser para que los devoradores de sensaciones pudieran alimentarse durante las tres horas siguientes.
La magia estaba liberada.


He escogido este fragmento de Malas tierras por razones obvias: soy seguidora de Bruce Springsteen y Jordi Sierra i Fabra logra transmitir el ambiente que se vive en sus conciertos. En cuanto al relato en sí, no difiere mucho de los demás firmados por este autor de éxito: tópicos, buenos/ malos, jóvenes/adultos . Lectura prescindible.

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