Las críticas de la RAE contra una serie de guías de lenguaje no sexista elaboradas por ciertos sectores sociales (universidades, sindicatos, comunidades autónomas...), que abogan por desterrar el uso del genérico masculino en expresiones o términos que hagan referencia a ambos sexos, ha suscitado todo tipo de reacciones y divisiones entre aquellos que respaldan el rechazo por contravenir las normas lingüísticas y guías de estilo; y quienes opinan que la Academia va muchos pasos por detrás de la sociedad.Maximiano Trapero, catedrático de Filología de la Universidad de Las Palmas (ULPGC) es tajante: "Estoy totalmente de acuerdo, pero lamento que la Academia haya tardado tanto tiempo en pronunciarse", y opina que quienes propugnan esa distinción en el lenguaje "confunden la lengua con la realidad y el sexo, que es un hecho biológico, con el género gramatical, que es un hecho lingüístico".Trapero indicó que, si bien desde la realidad hay que impulsar la igualdad entre sexos, desde el punto de vista lingüístico no se puede obviar el hecho gramatical de que existe un género común que abarca ambos sexos. "El habla es un recursos guiado por la economía del lenguaje y hay momentos donde el género masculino abarca los dos géneros. Ese machaconeo cargante de ciudadanos y ciudadanas, nosotros y nosotras... es ridículo".José Antonio Samper, catedrático de Filología de la ULPGC, también defendió el análisis realizado por la RAE sobre "ciertos usos que desde el punto de vista gramatical no tienen justificación pero que se han ido extendiendo" y recordó que, desde el punto de vista gramatical, el masculino es el género extenso por excelencia. "Lo que debe cambiar es el sexismo que hay en la sociedad, estamos de acuerdo en que una mujer no debe cobrar menos que un hombre por hacer el mismo trabajo, y soy contrario a las expresiones sexistas, pero no hay que forzar la gramática. Hablar todo el día de los periodistas y las periodistas, médicos y médicas... convertiría la lengua española en algo repetitivo".El escritor Fernando Delgado se mostró de acuerdo en que la lengua se tiene que adaptar a la vida, los usos y costumbres, pero opinó que "tiene que cambiar antes la sociedad que la lengua. Lo lamentable es que la sociedad no haya cambiado en sus tendencias machistas, y por lo tanto el lenguaje lo sigue siendo aún, pero forzar el lenguaje es impropio".Para José Luis Correa, escritor y profesor, la sociedad evoluciona y las normas lingüísticas la hicieron los hombres en una sociedad masculina, y defendió la visibilidad de las mujeres, "pero a mí me preocupa sobre todo la transparencia de la comunicación. Pasamos de acusar de machismo a escuchar y leer discursos con el doble género ellos-ellas, aquellos-aquellas... y es agotador, farragoso, creo que enfanga mucho la discusión".Por el contrario, la directora del Instituto Canario de Igualdad (ICI), Elena Mañez, consideró que la crítica de la RAE tiene un trasfondo ideológico. "¿A quién puede molestar que digamos el alumnado en lugar de los alumnos? Yo no tengo problemas de comunicación, porque no es un problema aprovechar la riqueza del castellano que ofrece alternativas al masculino genérico".Gema González de Chávez, directora del Aula de Igualdad de la ULPGC, apuntó que las guías de lenguaje no sexista son un reflejo de lo que piensa y siente la sociedad, "pero la RAE está alejada de la realidad. El uso del lenguaje es democrático porque parte de abajo hacia arriba, pero por desgracia la Academia tarda años en reaccionar".Alicia Batista, directora de la Fundación Mapfre Guanarteme, mostró su desacuerdo con la "discriminación sexista para nombrar cosas que se sobreentienden porque el género humano es uno, hay que emplear el sentido común. La mujer no se tiene que hacer visible desde la diferencia. Insistir en los dos géneros es un atropello del lenguaje innecesario".
Ni que decir tiene que me adhiero a la opinión de la RAE, ya que considero una redundancia y un obstáculo en la comunicación tener que estar repitiendo la misma palabra en dos géneros (masculino y femenino) cuando nuestro idioma nos aporta una solución mucho más natural y sencilla. Lo que ocurre es que muchas personas no conocen en profundidad los mecanismos de nuestra lengua y su empecinamiento -unido a su ignorancia- les lleva al más absurdo de los disparates.
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