El pasado 25 de octubre fallecía en Las Palmas de Gran Canaria el poeta y crítico Manuel González Sosa. Nacido en Guía (Gran Canaria) en 1921, había desarrollado durante muchos años una extraordinaria labor de animación cultural, centrada tanto en el estudio y la difusión de algunos de los signos más relevantes de la creación poética en las islas -la del pasado y la del presente- como en la indagación de las relaciones que esos signos mantienen con la cultura española, europea y americana. Paralelamente, González Sosa escribió una obra poética cuya nota más distintiva fue acaso la interpretación del acto de vivir.
La juventud de Manuel González Sosa estuvo marcada por las duras condiciones de la posguerra: un largo, inacabable servicio militar en la isla de Fuerteventura, donde coincidió con el pintor Ángel Alonso, y un difícil, casi paradójico entusiasmo por la palabra poética. En Las Palmas estrechó una sólida amistad con algunos poetas, escritores y artistas (desde el pintor Antonio Padrón hasta la novelista Carmen Laforet) y pronto volcó ese entusiasmo en la creación de colecciones como San Borondón o La fuente que mana y corre, o suplementos culturales como Cartel de las Artes y las Letras, que publicaba el Diario de Las Palmas. Varias generaciones de poetas se estrenaron en esos medios, orientados por una personalidad intelectual al mismo tiempo generosa y apasionada, con una ilimitada capacidad para estimular jóvenes vocaciones y para ofrecer consejo. La historia cultural de las islas en estos últimos decenios habría sido, sin duda, mucho más pobre, ciertamente, sin él.
Como poeta, títulos como Sonetos andariegos (1967) o Contraluz italiana (1988), siempre en ediciones de tirada reducida, daban testimonio de una voz de dicción sobria, casi ascética. En 1992, González Sosa decidió publicar toda su obra poética en cinco entregas, bajo el título general de A pesar de los vientos, expresión tomada de Góngora ("Lee cuanto han impreso en tus arenas, / a pesar de los vientos, mis cadenas") que habla explícitamente de las angustiosas ataduras del vivir y de la conciencia, y de una decidida voluntad de testimonio. Pero también fue un crítico notable, aspecto en el que destaca Segunda luz (2006). En 1998, sus amigos publicaron un volumen de homenaje, Presencia de Manuel González Sosa, en el que se reconocía su generosa contribución al devenir de la cultura en una tierra concreta, en una concreta "morada vital".
La juventud de Manuel González Sosa estuvo marcada por las duras condiciones de la posguerra: un largo, inacabable servicio militar en la isla de Fuerteventura, donde coincidió con el pintor Ángel Alonso, y un difícil, casi paradójico entusiasmo por la palabra poética. En Las Palmas estrechó una sólida amistad con algunos poetas, escritores y artistas (desde el pintor Antonio Padrón hasta la novelista Carmen Laforet) y pronto volcó ese entusiasmo en la creación de colecciones como San Borondón o La fuente que mana y corre, o suplementos culturales como Cartel de las Artes y las Letras, que publicaba el Diario de Las Palmas. Varias generaciones de poetas se estrenaron en esos medios, orientados por una personalidad intelectual al mismo tiempo generosa y apasionada, con una ilimitada capacidad para estimular jóvenes vocaciones y para ofrecer consejo. La historia cultural de las islas en estos últimos decenios habría sido, sin duda, mucho más pobre, ciertamente, sin él.
Como poeta, títulos como Sonetos andariegos (1967) o Contraluz italiana (1988), siempre en ediciones de tirada reducida, daban testimonio de una voz de dicción sobria, casi ascética. En 1992, González Sosa decidió publicar toda su obra poética en cinco entregas, bajo el título general de A pesar de los vientos, expresión tomada de Góngora ("Lee cuanto han impreso en tus arenas, / a pesar de los vientos, mis cadenas") que habla explícitamente de las angustiosas ataduras del vivir y de la conciencia, y de una decidida voluntad de testimonio. Pero también fue un crítico notable, aspecto en el que destaca Segunda luz (2006). En 1998, sus amigos publicaron un volumen de homenaje, Presencia de Manuel González Sosa, en el que se reconocía su generosa contribución al devenir de la cultura en una tierra concreta, en una concreta "morada vital".
A continuación reproducimos un poema suyo que a mí, particularmente, me emociona:
A mi abuelo, detrás de la vida
Yo a este lado del muro, y tú a la parte
de allá. ¿Cerca, lejano? Tú callado;
yo gritando en silencio y obstinado
negándome a cansarme de llamarte.
Habla. Susurra apenas. Da un vagido,
un golpe con tu puño, o un ligero
arañazo en la cal. Yo sólo quiero
tenues sospechas de que está tu oído
pegado a la pared, como está el mío
sorbiendo tu callar. No he de pedirte
entero tu secreto: si es desierto
o mar, o senda, o cima, o bosque umbrío,
lo que se ve después. Quiero sentirte
para saber si ahí se está despierto.
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