Este verano me he dedicado, entre otras cosas, a leer y esta ha sido mi impresión sobre los libros que he leído:
El hereje, de Miguel Delibes. Sin duda, el mejor de todos. Narra la vida de Cipriano Salcedo, un ciudadano del Valladolid del siglo XVI que se topará con la doctrina de Lutero y con la Inquisición. Este personaje está muy bien concebido y su historia, muy bien contada. Desde su más tierna infancia se siente repudiado por su padre, que le llama pequeño parricida por ser el causante indirecto de la muerte de su madre cuando ésta lo trajo al mundo, y se refugia en su nodriza Mina. Es enviado a un colegio para huérfanos sin serlo porque su padre quiere educarlo lejos de la casa y de Mina. Se casa con Teo, la reina del Páramo, una esquiladora muy eficiente en su trabajo y ambos son infelices en su matrimonio por distintas razones. Teo pierde la razón ante la imposibilidad de ser madre y muere en un hospital psiquiátrico. Cipriano se refugia en sus negocios y en la religión, hecho este último que le reportará gravísimas consecuencias. El lector asiste impotente a su fin en la hoguera acusado de hereje por la Inquisición. Especial ternura inspira la aparición de Mina en los últimos instantes de la vida de Cipriano, cuando lo acompaña al pie de la pira tirando del borriquillo en el que va su niño. Es de destacar la rigurosa reconstrucción histórica de la época y de los hechos que se narran acaecidos en el siglo XVI. Esta novela obtuvo el Premio de Narrativa de 1999.
El árbol de la ciencia, de Pío Baroja. Historia de un joven estudiante de Medicina, que tras terminar la carrera ejerce en ámbitos rurales y luego en Madrid. Hombre muy preocupado por la filosofía, por el sentido de la vida.
La Costa de los Mosquitos, de Paul Theroux. Peripecias de una familia contadas por su hijo mayor, de trece años. El padre es un ser demente que traslada a su familia desde EEUU a la selva de Honduras para encontrarse el paraíso ideal donde vivir. Esta estancia traerá nefastas consecuencias para todos.
La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, de Antonio Tabucchi. Crónica de un asesinato. Una investigación periodística sobre un extraño suceso: la aparición del cadáver decapitado de un hombre joven, que resultará ser Damasceno Monteiro.
Los aires difíciles, de Almudena Grandes. Apasionante relato de las vidas de dos personajes, vecinos en una lujosa urbanización de un pueblo costero de Andalucía. Interesante reflexión sobre las relaciones familiares.
El cojo y el loco, de Jaime Bayly. Divertida y prescindible novela sobre dos hombres: un cojo y un loco, marginados por sus respectivos padres ricos para que no les avergüencen delante de sus amigos de la alta sociedad limeña. Sus historias son paralelas e igualmente alucinantes.
El viento de la Luna, de Antonio Muñoz Molina. En 1969 el hombre pisó la Luna por primera vez y en esos momentos el protagonista de la novela pasa de la infancia a la adolescencia sin saber muy bien cómo ni por qué. En Mágina, un pueblo de Andalucía, convive con sus padres y abuelos, que recuerdan cómo cambió la guerra civil sus vidas. Memorable la descripción de la aparición de la televisión en los hogares españoles y el seguimiento del viaje realizado por los astronautas.
El tiempo entre costuras, de María Dueñas. Decepcionante. Este es el primer calificativo que se me viene a la cabeza sobre el boom editorial del año. No entiendo el éxito de este libro: anodino, tópico, vacío, increíble, superficial... No me ha gustado nada. La historia que cuenta es totalmente inverosímil y la protagonista parece sacada de una novela rosa: hija de soltera de una modesta costurera que se convierte en espía al servicio del gobierno británico en medio de la posguerra española y en el espacio previo a la segunda guerra mundial. Se trata de una novela con ínfulas históricas que se queda en la nada más absoluta.
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