04 noviembre 2009

Crítica de la representación de La vida es sueño

El miércoles, 28 de octubre, asistimos a la representación de La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, en el Teatro Loyola de la capital grancanaria. La función corrió a cargo de la Compañía Morgana Teatre y dio comienzo a las 12:10 hs, con un monólogo del Rey Basilio que presenta la situación, seguido del encuentro de Rosaura (vestida de hombre) con Segismundo primero y con Clotaldo después, en el que se da cuenta del motivo que Rosaura tiene para llegar a la Corte de Polonia: aclarar su origen. Continúa la acción con el monólogo de Segismundo (¿Qué es la vida...) y con su incorporación a la Corte en donde muestra su despotismo y deseos de venganza matando a un criado. Vuelto de nuevo a su mazmorra y estando bajo el efecto de un narcótico, recuerda lo pasado dudando de si era real o se trataba de un sueño. Rosaura le afea su comportamiento pero, a la vista de los acontecimientos ocurridos en la Corte le insta a que luche y se haga con el poder ya que, legítimamente, le pertenece. Ella, por su parte, cuenta a Clotaldo que ha sido deshonrada y que quiere hacer justicia. Clotaldo le revela que él es su padre. Segismundo vence y recupera el reino como había previsto el horóscopo y restituye a Rosaura su honor, ya que tiene potestad para hacerlo.


El desempeño de los actores fue irregular. Hay tres actores en escena que interpretan más de un personaje, con lo que se provoca confusión entre los espectadores poco instruidos en el arte dramático. Así, un actor interpreta los papeles del Rey Basilio y de su hijo, Segismundo; y otro hace de Clotaldo y del criado al que Segismundo asesina. El primer actor ejecutó bien sus papeles, siendo destacable su interpretación en el monólogo de ¿Qué es la vida...; la actriz que desempeñó el papel de Rosaura también destacó en su ejecución, a pesar de que tuvo que luchar con un pasador de pelo para soltarse la melena en un momento dado. El que, a nuestro juicio, no estuvo a la altura de las circunstancias fue el actor que interpretó a Clotaldo y al criado: resultó inexpresivo en extremo; solamente brilló en las canciones que cantó -solo y en compañía de Rosaura- con la ayuda de un pandero, un tambor y una flauta en los cambios de escena.

La puesta en escena resultó demasiado sencilla para un público juvenil: el escenario desnudo, a oscuras, sin muebles ni decorado, ni apenas vestuario. Los únicos elementos con los que jugaba el director de escena eran: la luz, el reflejo de la espada en ella, el humo de colores y tres instrumentos musicales. El resto de la representación estaba basado en el texto, que fluía con agilidad y musicalidad de la boca de los actores, y respetaba el espíritu de la obra.

El público asistente, jóvenes de Bachillerato y de 3º ESO, demostró su incultura teatral aplaudiendo y riendo cuando no debía, coreando con palmas las cancioncillas que servían para cambiar de escena y haciendo comentarios en voz alta, además de estallando bombas de chicle en los momentos menos oportunos.

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