27 julio 2013

El sendero, de Naghib Mahfuz

Esta novela me ha dejado indiferente. Ni la trama ni los personajes han logrado provocarme la más mínima emoción. El protagonista, marcado por sus orígenes -madre prostituta encarcelada por ser la autora de un crimen- y por su destino, no es capaz de elegir el sendero correcto. Lo mejor, la utilización de la 2.ª persona narrativa que hace las veces de conciencia del personaje principal en los momentos cumbre del relato. A destacar este pensamiento del propio Sayib: A veces corremos tras un objetivo determinado y en el camino descubrimos lo que consideramos el verdadero objetivo.

Real Sitio, de José Luis Sampedro

Dos acontecimientos históricos sumamente relevantes -el Motín de Aranjuez y la instauración de la República- marcan este relato que tienen como nexo un lugar, Aranjuez, y un personaje, Marta. Minuciosamente documentada por el autor, esta historia resulta apasionante. En ella se mezclan personajes reales: Godoy, Carlos IV y su esposa María Luisa, el Príncipe de Asturias, el pintor Santiago Rusiñol, Alfonso XIII; y ficticios: Marta, Agustín, Soledad, Germán, Quina, Lorenzo, Malvina, Alonso, Julia, Lucas. Destaca el enigmático Janos, que introduce a Marta en un mundo que va más allá de las fuentes documentales, haciéndole sentir y vivir el ambiente de la corte de Carlos IV. El resultado es sencillamente magnífico.
 
Con esta obra cierra José Luis Sampedro la trilogía "Los Círculos del Tiempo", formada por Octubre, octubre, La vieja Sirena y Real Sitio. Llama la atención la recreación de ambientes y la diferenciación de épocas (1807-1808, 1930-1931). Continuos guiños del autor a sus lectores habituales, entre los que nos encontramos, como son la llegada de los gancheros a Aranjuez (El río que nos lleva, ver reseña) o el mango de la campanilla del Aposentador Mayor del rey Carlos IV, don Alonso, en forma de sirena (La vieja sirena, ver reseña). Lectura imprescindible.

20 julio 2013

Alexis Ravelo gana el XVII Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe

Alexis Ravelo ha ganado el XVII Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe con la obra titulada La última tumba. El jurado estuvo presidido por el escritor Lorenzo Silva y compuesto por Ramón Pernas, director de Ámbito Cultural de El Corte Inglés; Fernando Marías, también escritor y Esperanza Moreno, editora.
Silva destacó que el autor "demuestra que la novela negra en España es mucho más que Madrid y Barcelona y que desde Las Palmas de Gran Canaria se puede servir una historia criminal contundente e importante".
A propósito de esta noticia reproducimos a continuación un artículo de opinión del propio Revelo acerca de la novela negra que llegó a nuestras manos el pasado 3 de mayo.

¿Qué es novela negra?
—¿Qué es novela negra?
Me hacen esta pregunta con mucha frecuencia, señora. Y cada vez me resulta más difícil contestar. La respuesta más sencilla –si no hay tiempo, si ando más preocupado por otras cuestiones–, es recomendar algunas lecturas: Cosecha roja y La llave de cristal, de Hammett,Adiós, muñeca El sueño eterno, de Raymond Chandler, El cartero siempre llama dos veces y Pacto de sangre, de James M. Cain, ¿Acaso no matan a los caballos?, de Horace McCoy, 1280 almas, de Jim Thompson, Disparen sobre el pianista, de David Goodis, El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith.
—Oiga, pero todos estos autores son norteamericanos. ¿No le parece una lista un poco etnocéntrica?
Claro que lo es, pero uno no tiene la culpa de que fuera allá, en Estados Unidos, en las décadas que van de los años 30 a los 60, cuando surgiera este tipo de relato. La Historia es así. Sin embargo, por deshacerme de esa incómoda acusación, puedo completar la lista con títulos de otras latitudes: Escupiré sobre vuestra tumba (Boris Vian), La promesa (Frederich Dürrenmatt), El contexto (Leonardo Sciascia), Fatal (Jean-Patrick Manchette), Rosseana (Maj Söwall y Per Wähloo).
—Ah, esos son suecos... Yo he leído mucha novela negra sueca: Camilla Läckberg, Assa Larson, Stieg Larsson...
Sí, pero no. Ellas y él trabajan otro tipo de historia. Digan lo que digan los críticos de los suplementos literarios, los libreros o, incluso, sus propios editores, lo que hacen esas firmas está más cerca de otro esquema, que se denomina, más bien, y en sentido amplio, novela enigma.
—¿Enigma? Igual que los otros libros que usted cita. Son todas novelas de intriga, en las que hay que resolver un crimen, ¿no?
No exactamente. Para empezar, la intriga no es un género, sino un recurso narrativo. La intriga es eso que hace que continuemos leyendo un libro, a ver si los personajes acaban averiguando eso que nosotros ya sabemos pero ellos no. Ese recurso es el que nos fascina en el Quijote, en Madame Bovary o en Los hermanos Karamazov. En cualquier buena novela.
Por otro lado, en la novela negra no siempre hay que resolver un crimen. A veces, de lo que se trata, es de asistir al proceso que acaba convirtiendo a cualquier persona en un criminal. En otros casos, compartimos con los personajes las consecuencias que el crimen produce en sus existencias. Por supuesto, en la novela negra, como en la novela enigma, hay crimen. Pero (como suele decirse), en la novela enigma se trata de saber quién es el asesino, mientras que la novela negra intenta averiguar por qué es el asesino. Digamos que indaga en las raíces (sociales, psicológicas, éticas o, incluso, ontológicas) de la violencia y en sus consecuencias para el individuo y la colectividad. En el fondo, se preocupa de aquello de lo cual se preocupa toda novela de calidad: las pasiones, la condición humana. Lo que ocurre es que toma la violencia como excusa para su indagación.
Aparte de eso, la novela negra suele mirar hacia los perdedores, hacia aquellos cuya canción suena en la cara B del disco del capitalismo.
—Ya está usted como siempre, metiéndose en política.
Ya sé que tengo esa manía de politizarlo todo, pero, en este caso, viene a cuento. El crimen es una excepción en el supuesto orden que la ideología nos quiere hacer pensar que rige en las sociedades. Cuando alguien comete un crimen, caen los velos de la ideología y se muestran, desnudas, las estructuras de clase. Así que una novela negra puede ser cualquier cosa, menos burguesa.
—Sí, sí, no me venga como siempre con esos rollos marxistas suyos. Volviendo al tema: eso de la novela enigma, ¿es, entonces, peor que la novela negra?
No es ni mejor ni peor, señora mía. Simplemente, se trata de algo distinto. Borges, que lo llamaba relato policial, lo explicaba más o menos así: al principio, hay un crimen, con lo cual, el orden social se rompe. Entonces llega un investigador que usa sus conocimientos y sus habilidades deductivas para resolver el misterio. Avisa a la autoridad competente y entrega al criminal (o el objeto robado) y así se pone en marcha la máquina de la justicia y el orden social vuelve a restablecerse.
Con este esquema han trabajado y trabajan grandes autores: Poe (probablemente el primero), Wilkie Collins, Conan Doyle, G. K. Chesterton, Margareth Millar, Ruth Rendell, el propio Borges y su íntimo Bioy Casares o P.D. James.
Incluso algunos autores de novela negra lo han cultivado alguna vez. Funciona bien, no se vende mal, es divertido, plantea un juego intelectual y puede entretenernos durante fines de semana completos.
En la novela negra, en cambio, el crimen no tiene por qué ocurrir al principio; el investigador no usa tanto la lógica y la deducción como su sagacidad y experiencia (más sabe el diablo por viejo que por diablo) o incluso, en ocasiones, muy malas artes. Por otro lado, a veces el protagonista no es el investigador, sino el criminal, o hasta la propia víctima. Y, por último, los mecanismos de la justicia no suelen estar demasiado engrasados: al final, el orden social no es restablecido, porque se da la circunstancia de que en la novela negra se cuenta con que el orden social no existe, con que es puro caos, un baile de ambiciones y pasiones en el que los seres humanos son capaces de lo mejor y de lo peor.
—Pero esa es una idea muy deprimente...
No sé si será deprimente, pero basta leer cualquier libro de Historia (o el periódico de hoy) para comprobar que no es poco lúcida, que acerca la ficción a la realidad.
—Eso a mí no me gusta. A mí me gusta leer para evadirme de la realidad...
Está en su derecho, señora. Otras personas opinan que la ficción que no acaba remitiendo en último término a la realidad es una ficción inútil. Cada uno tiene sus propios motivos para leer. Yo leo para formarme una imagen del mundo, a ver si acabo de entenderlo.
—Esas cosas tan metafísicas que dice usted, me parecen demasiado densas para estos días de primavera.
Discúlpeme, es que hoy tengo un día muy raro: he leído en la prensa que ha habido un atentado en Boston (tres muertos y centenar y medio de heridos) y otro en Somalia (más de treinta muertos), que hay muchísimas noticias de corrupción relacionadas con empresas y partidos políticos de este país mientras el pueblo las pasa canutas, que lo asesinos de una chica siguen vacilándose a las autoridades con el paradero de su cadáver y que en Jaén ha sido hallada muerta una pareja de ancianos: ella, con signos de violencia; él, ahorcado. En días así (y días así son todos los días) uno necesita herramientas que le ayuden a comprender de dónde viene toda esta iniquidad y hacia dónde va.
—Cuando se pone usted intenso, no hay quien lo aguante.
En mi descargo solo puedo decir que estos análisis se deben a sus preguntas. En realidad, lo ideal sería acercarse a cualquier novela buscando amenidad (eso que buscamos siempre en primer término cuando nos acercamos a un texto de ficción). Luego, lo que tenga que venir, vendrá. Pero, si nos ponemos a etiquetar, las etiquetas hay que ponerlas con un poco de tino, porque, si no, acabamos poniendo la etiqueta de novela negra a una novela enigma, que es algo así como llamar sobrasada al chorizo de Teror: se parecen, puede que la sobrasada sea más antigua y algún fabricante desaprensivo podría intentar hacernos pasar una cosa por la otra, pero no son lo mismo. Y a quien ha probado el chorizo de Teror, no hay mercachifle que lo engañe. 



  

14 julio 2013

Las horas, de Michael Cunningham


Verdaderamente magnífico. Esta es la opinión que me merece la lectura de Las horas, relato formado por las historias de tres mujeres -Virginia Woolf, Clarissa Vaughan y Laura Brown-, que aparentemente no tienen relación entre sí: ni las fechas -1923, década de los 90 y 1949- ni los escenarios -un suburbio de Londres, Nueva York y Los Ángeles- en los que se desarrollan, nos dan motivos aparentes de conexión más allá de la obra Miss Dalloway, de Virginia Woolf. El final será sorprendente y revelador. Lectura absolutamente imprescindible.

Vivimos nuestra vida, hacemos lo que hacemos y luego dormimos: es tan sencillo y vulgar como esto. Unos pocos se tiran por la ventana o mueren ahogados o toman pastillas; más personas mueren a causa de accidentes; y la mayoría de nosotros, la gran mayoría, somos devorados lentamente por alguna enfermedad o, si tenemos mucha suerte, por el tiempo mismo. El único consuelo que tenemos es esta hora o aquella en que nuestra vida, contra toda probabilidad y contra toda expectativa, se abre de pronto y nos da todo lo que hemos imaginado, aunque todos, menos los niños (y quizás ellos también), sabemos que a esas horas, inevitablemente les seguirán otras, mucho más oscuras y arduas. Apreciamos, no obstante, la ciudad, la mañana; por encima de todo, confiamos en que sigan existiendo.
Sólo el cielo sabe por qué las amamos tanto.

En 2002, Stephen Daldry dirigió una película basada en esta obra. Sus protagonistas fueron Meryl Streep, Julianne Moore, Nicole Kidman y Ed Harris. He aquí el trailer de la misma.



Astrid Ramos, ganadora del concurso de microrrelatos Twitter

Astrid Ramos Cardona ha recibido recientemente el primer premio del Concurso de Microrrelatos Twitter, patrocinado por La Caixa, con el siguiente texto:
El colecccionista de diarios anónimos encontró una joya: uno en blanco.
El jurado, conformado por Santiago Gil, Davinia Suárez y Vanessa del Cristo, destacaron del texto su "enorme trasfondo narrativo", además lo consideran "la punta del iceberg de una historia llena de matices que nos lleva a plantearnos tantas preguntas que se convierten en un relato en sí mismas". 

12 julio 2013


La semana pasada comenzó el Festival de Almagro, Festival Internacional de Teatro Clásico, en su edición número 36. El programa es muy variado y en él destacan la representación de La verdad sospechosa, de Ruiz de Alarcón, a cargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico; La noche toledana, de Lope de Vega, interpretada por la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico; El lindo don Diego, de Moreto, llevada a escena también por la Compañía Nacional de Teatro Clásico; o La dama duende, de Calderón, representada por Producciones Farraute. ¡Para no perdérselo!


10 julio 2013

El volumen de la ausencia, de Mercedes Salisachs


Muy bonita esta novela de Mercedes Salisachs que ganó el Premio Ateneo de Sevilla 1983. Narra las reflexiones de Ida, una mujer madura, tras conocer la noticia de que le quedan cuatro o cinco meses de vida. En el recorrido que realiza desde la consulta del médico hasta la casa de su antiguo amante repasa los momentos más relevantes de su existencia. La autora escribe de tal manera que logra emocionar al lector con las peripecias de Ida y de su familia. También resulta interesante el marco cronológico -la época de la transición-, que marca las decisiones de los protagonistas. Final abierto. Lectura absolutamente recomendable.

¿Cómo resumir esos diez años que me han separado de Jacobo y de mi madre? Tal vez lo más adecuado fuera parangonarlos a la desolación de aquellos armarios que de pronto se vaciaron porque lo que había en ellos dolía demasiado, y a la de aquella máquina de coser que se retiró de la salita porque ya nadie pedaleaba en ella. O a la de aquel pasillo triste que ya no registraba los pasos, cada vez más sólidos y espaciados, de un niño que crecía.

También la ausencia de mi madre y de Jacobo fueron adquiriendo volumen: el de los sonidos que no se escuchaban, el de las preguntas sin respuesta, el de los proyectos que jamás podrían realizarse. Y los recuerdos, esos clavos machacones que van horadando la carne desordenadamente, al ritmo loco de las evocaciones; excavando pozos secos en los que no es posible encontrar aguas.

05 julio 2013

Becas flacas, de Tom Sharpe


He leído este libro y me ha parecido un poco disparatado. Si en un principio la idea resulta atractiva -sátira feroz de la enseñanza universitaria de algunos colleges de Cambridge-, a medida que avanza el relato se va complicando demasiado y adquiriendo unas cotas de absurdo difícilmente digeribles. La intención de la viuda del rector de Porterhouse de aclarar la misteriosa muerte de éste creando una beca de investigación para infiltrar a un profesor en la institución académica que logre averiguar lo que realmente sucedió tendrá éxito, pues se descubre que fue asesinado por uno de sus compañeros; pero, la participación de Hartang y sus secuaces llega a agotar al lector por lo imposible de tanta majadería. Lectura prescindible.

01 julio 2013

50.º aniversario de Rayuela

Nos sumamos a los homenajes que se están haciendo a Julio Cortázar y a su obra Rayuela, con motivo del 50.º aniversario de la publicación de esta magnífica novela, que tiene como escenario París y como protagonista a La Maga. Recordamos el juego ideado por su autor, según el cual hay dos posibles lecturas: la lineal y la guiada, siguiendo el orden de los capítulos que nos propone el propio Cortázar.